Historia de Carlos

Desde siempre, Carlos ha sentido una pasión por ayudar. Su vida como socorrista en Costa Rica lo llevó a estar en constante contacto con emergencias, salvando vidas en momentos críticos. Sin embargo, sentía que algo le faltaba. No quería limitarse a responder a accidentes; quería ser parte de un cambio más profundo, que lo movilice.

Ese vacío comenzó a llenarse en el momento en que se unió como voluntario de TECHO Costa Rica. La primera experiencia en una comunidad lo impactó de manera que no había forma que no vuelva. Al ver de cerca las realidades que enfrentan tantas familias, Carlos sintió cómo su perspectiva sobre la vida cambiaba. “Con el voluntariado abrí los ojos”, recuerda. Fue ahí donde aprendió a valorar cosas que antes daba por sentadas: un colchón propio, un espacio seguro donde descansar.

Cada proyecto de construcción o actividad comunitaria lo conecta más con las personas y con su propósito. Ayudar a levantar un comedor comunitario o construir una vivienda digna junto a una familia no es solo trabajo; es una manera de dar amor, de ofrecer dignidad. Para Carlos, el voluntariado no solo es acción, es conexión: con otros, consigo mismo y con una visión de un mundo más justo.

“Compartir con las familias y las voluntades me llena mucho. Me da la sensación de que tengo familia en todo el país”, expresa Carlos. Cada experiencia fortalece su compromiso y reafirma su fe en que un cambio es posible.

Hoy, Carlos ve el impacto de TECHO Costa Rica no solo en las comunidades que acompaña, sino en su propia vida. “TECHO es mi casa, es mi familia (…) es amor puro en mi corazón.” Su camino como voluntario le ha permitido descubrir que transformar América Latina no es un sueño inalcanzable, sino una meta que late con fuerza en cada acción compartida.

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