“Nuestra comunidad se llamaba asentamiento, así lo denominamos desde el principio, pero cuando nuestros hijos van a buscar trabajo, a pesar de que son universitarios les dicen ‘ah, es que ustedes viven donde las ratas’, y no les dan trabajo”. Es uno de los testimonios con los que se encontró la organización TECHO en la realización del Censo de Asentamientos Informales en 5 municipios de la ciudad de Guatemala. En el estudio, este testimonio se traduce en el resultado de un 69% de los asentamientos informales caracterizados, con predominio del trabajo informal. La investigación abordó a 314 asentamientos informales en total.
Uno de los testimonios de los referentes de las comunidades entrevistadas señala que “los que vivimos en barrancos, hemos ido a vivir ahí porque no tenemos las capacidades para vivir en otro lado”. El 42% de los referentes declaró que los deslizamientos son el incidente más frecuente, el 23% planteó el desgaste del suelo y el 19% las inundaciones. Juan Pablo Duhalde, sociólogo y director de las áreas sociales de la Oficina Internacional de TECHO, indica que “debemos enfocarnos en la emergencia creada en la sociedad, como excluir y obligar a parte de nuestra población a vivir en condiciones no aptas para la vida, en zonas de riesgo, en los bordes del territorio”. “Necesitamos visibilizar que vivir en un asentamiento no se trata de una elección, sino que se trata casi siempre de la única opción disponible para habitar el área metropolitana”, señala el estudio. Entre las principales problemáticas detectadas por el Censo figuran: la falta de certeza jurídica, la economía informal, el acceso escaso y deficiente a servicios básicos y comunitarios, los riesgos ambientales, antrópicos (causados por el hombre) y situaciones delictivas.
El estudio busca ser un insumo a la comprensión de la realidad de los asentamientos informales en el marco del proceso hacia Hábitat III: la Tercera Conferencia sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible, en la que se definirá la Nueva Agenda Urbana. “La falta de información es cómplice de la situación de invisibilidad de las poblaciones que residen en los asentamientos. Saber nos permite conocer y reconocer: tanto la vulneración de derechos como las capacidades y la voluntad de superación de los pobladores y pobladoras. Contar con diagnósticos precisos contribuye a una mejor comprensión de la realidad y el desarrollo de políticas coherentes”, concluye Duhalde.
Son estas mismas vulneraciones de derechos las que determinan que la respuesta más común de los pobladores sea la organización comunitaria. Esta surge en distintos momentos del ciclo de vida del asentamiento y también en diversos niveles de intensidad y estructura, según señala el análisis del censo. Duhalde explica que los porcentajes de servicios regularizados son resultado de esta organización: “Esta ciudad la construyó la gente. La gente trabajó por la regularización: un 74% se organizó para regularizar servicios básicos y un 65% para obras de infraestructura. La gente se organizó para conformar el lugar donde vivir, para mejorar su vida. Eso demuestra que no es una realidad estática sino dinámica.”.
El Censo se realizó en los municipios de Guatemala (161 asentamientos informales estudiados), Chinautla (69 asentamientos informales estudiados), Villa Nueva (62 asentamientos informales estudiados), San Miguel Petapa (16 asentamientos informales estudiados) y Mixco (6 asentamientos informales estudiados). 400 líderes y lideresas de estos asentamientos contribuyeron a su elaboración.
Según ONU-Hábitat, en América Latina, una de las regiones más desiguales y la más urbanizada del mundo (80% de la población en ciudades), más de 100 millones de personas que residen en zonas urbanas viven en asentamientos informales. TECHO ha realizado informes en países como Argentina, Chile, Costa Rica y prepara otro en Paraguay.