20 de febrero, Día Mundial de la Justicia Social. En este día conmemorativo algunas de las preguntas fundamentales son: ¿Cómo podemos construir la justicia social colectivamente? ¿Qué aporta cada persona en esa búsqueda?
Interrogantes que a ratos pueden parecer muy sencillas, en otros momentos muy complejas de respuesta, según contextos, emociones o paradigmas.
A nivel colectivo, la justicia social se puede construir conociendo y reconociendo las virtudes del diálogo y respeto, como factores fundamentales para promover la participación ciudadana, eje articulador de una democracia para la construcción de justicia social. La participación ciudadana no sólo se desarrolla a nivel de la política partidista tradicional, también se expresa en todo ámbito de la vida personal, laboral, de ocupaciones y motivaciones que son parte del cotidiano. La participación no se restringe a lo público, se extiende y experimenta también en los círculos íntimos, desde donde se transversaliza a todas las esferas de la vida en sociedad.
La participación ciudadana permite transformar y generar cambios vinculados a las demandas locales, nacionales y globales, con adaptaciones al territorio según contexto. En la actualidad, la ausencia de condiciones de igualdad que permitan el pleno ejercicio de los derechos, se materializa en los más de 180 millones de personas que viven en situación de pobreza, en los más de 100 millones de latinoamericanos y latinoamericanas que viven en asentamientos populares; en donde conseguir agua es uno de los mayores desafíos, que sea potable uno todavía más complejo.
Lo anterior manifiesta la necesidad imperante de poner el tema de la desigualdad y la pobreza en la agenda prioritaria de cada municipio, provincia, departamento y país. Sólo así podremos poner foco en uno de los principales temas en la búsqueda y construcción de la justicia social.
La esencia de la justicia social será el impulso de valores compartidos, desde una ética que potencie la construcción y sensibilización de todos los actores, respetando trayectorias y diversidades de cada territorio. La vida personal y colectiva es un campo para la generación de acciones de colaboración en la búsqueda de la superación de las desigualdades, por tanto, de avances en el camino hacia la justicia social. La participación ciudadana es clave, lograr acuerdos y decisiones para comprender los distintos modos de hacer justicia social desde cada territorio, idea, proyecto o política.
Las acciones individuales y colectivas que promueven la justicia social son una conquista cotidiana ante las dinámicas segregadoras y excluyentes que se reproducen permanentemente. Como sociedad vamos tarde, pero todavía depende de nosotros y nosotras. Que no sea sólo anhelo, sí acciones, todos los días.
Juan Pablo Duhalde | Director General TECHO – Internacional