Al momento de esta entrevista, Nicolás Campos cerraba sus últimos días en un Municipio de Santiago, en Chile. Ha pasado sus últimos 4 años a cargo del Centro de Emprendimiento Local Muhammad Yunus, una iniciativa que apoya a quienes quieren encontrar un trabajo o iniciar un emprendimiento.
Su preocupación diaria es acompañar el proceso de búsqueda de empleo, entrega de microcréditos, formalización de empresas y potenciamiento de canales digitales viene de la creencia de que la superación de la pobreza es efectiva a través de la transferencia de capacidades. Eso sí, explicita: “Las cosas dependen más del espíritu que de las capacitaciones”.
Nicolás acarrea hace tiempo la convicción de que los emprendedores menos “Sillicon Valley” –como define a los pequeños empresarios que han mantenido por años sus negocios– son una manera efectiva de superar la situación de pobreza. “Con lo que he trabajado me doy cuenta de que la gente no pide cosas, sino oportunidades y que las cosas resultan mejor cuando son ideas propias”, afirma.
Esta idea se viene desarrollando desde 2003, cuando aún era un estudiante de Geografía y repartía su tiempo entre exámenes libres y viajes por Latinoamérica. El motivo de su recorrido por el continente: promover la formación de equipos de TECHO en los países.
Durante 3 años, su vida fue Idas y vueltas, reuniones, planificación, viajes y la formación del equipo de la actual Oficina Central de TECHO fueron parte de su trabajo junto a un reducido grupo. En él tomó el cargo de implementador en Bolivia, trabajó en la entrada de TECHO a México, Argentina y Uruguay y debió apoyar en la formación de equipos pioneros que se contagiaran con la energía y la perspectiva del trabajo en asentamientos.
¿Cómo proyectaban a TECHO en ese tiempo?
Soñábamos y teníamos la meta implícita de estar a 2010 en todos los países de Latinoamérica. Era lo que teníamos metido en la cabeza. Entre 2003 y 2004 no teníamos dinero para pagar sueldos ni oficinas. Las oficinas locales también estaban conformadas por voluntarios. Eso significó que tuvimos que cerrar países, pero dimos un paso hacia la profesionalización cuando ganamos el proyecto del BID. Soñábamos con algo parecido a lo que es hoy.
¿En qué crees que te diferencia la formación que tuviste mientras participaste de TECHO?
La formación que te da TECHO tiene cosas que generalmente la gente normal hace después de los 40 años. Te daba un entrenamiento que la mayoría de la gente tiene mucho después. En la vida real la gente no entra a tomar decisiones importante como las que nos tocó tomar. Por ejemplo, tengo un amigo que encontraba que su trabajo actual era fome (aburrido), porque a los 20 años se movía con ministros y generando equipos.
Cuando revisa hoy el trabajo que ha desarrollado la organización, presente en 21 países y con más de 60 oficinas establecidas, Nicolás dice que siente cómo la madurez de la institución ha derivado también en otros cuestionamientos sobre su rol y reflexiona: “Me alegra que hoy se cuestione lo que se hizo antes, porque habla de la madurez de la organización y el día que TECHO no cuestione las cosas, no va a avanzar. Pero esa madurez no nos puede hacer perder el foco del trabajo, que está en el trabajo de las comunidades en situación de emergencia”.
Efecto “bola de nieve” en Costa Rica
Con universidad terminada y diploma en mano, en marzo de 2006 Nicolás partió a Costa Rica. Fue solo, llegó sólo y vivió solo por un largo tiempo. Hoy recuerda que, casi acto seguido a que se bajase del avión, tuvo una entrevista con el embajador de Chile en el país.
En ella, asegura categórico que le dijo convencido que él se quedaría allí recolectando dinero pese a la reticencia que podrían tener las empresas frente a un proyecto como éste. “Me voy a quedar de todos modos, pero tengo más opciones si usted me ayuda”, cuenta hoy que le insistió a la autoridad diplomática. Y lo hizo.
Tardó seis meses antes de que una donación resultara. En ese tiempo, armó las primeras redes sin apoyo de voluntarios, para que, llegado el tiempo de comprometerlos, fuera directamente con el trabajo en las comunidades. “Al fin salió una donación, armamos las primeras construcciones y después fue todo una bola de nieve”, recuerda.
Una vez en Costa Rica, ¿cómo fue el acercamiento de los primeros grupos?
Las culturas son distintas pero la solidaridad es universal. Los códigos de solidaridad. La sociedad es desigual, pero conseguir gente que quiera trabajar por los más pobres no es difícil. Nos han vendido el cuento que la gente es egoísta, pero no es así.
Para Nicolás, la confianza de los pobladores, de permitir el ingreso de TECHO a las comunidades aún sin mayores antecedentes sobre la organización, fue uno de los valores que más rescata de su paso por Costa Rica. “Somos muy egoístas cuando decimos que el trabajo es de nosotros (los voluntarios) y llegas a un país donde nadie te conoce. Gran parte de nuestro trabajo fue gracias a que la comunidad se mantuvo organizada”.