Donald es un joven haitiano lleno de sueños y un profundo deseo de contribuir al desarrollo de su comunidad. Desde muy joven, siempre imaginó poder hacer algo significativo por su gente, pero aunque su motivación era inmensa, sentía que carecía de las herramientas necesarias para poder emprender y transmitir esos conocimientos tan ansiados. La idea de enseñar y compartir lo que sabía, de poder generar un cambio real, le daba fuerzas, pero parecía un anhelo lejano.
Todo cambió el día que conoció a TECHO. Al sumarse a esta organización, Donald encontró la oportunidad que tanto había buscado: un espacio donde podía aprender algo nuevo que no solo enriquecería su vida, sino que también podría compartir con su comunidad. Los talleres de macramé fueron la puerta de entrada a un mundo diferente. Más que una técnica manual, el macramé le ofreció una pasión renovada y, con el tiempo, se convirtió en una herramienta para generar ingresos y transmitir nuevos saberes a los demás.
Inspirado por todo lo que había aprendido, Donald no tardó en comprometerse a llevar esos conocimientos a su comunidad. Decidió que no solo quería ser un aprendiz, sino también un agente de cambio, y se ofreció como voluntario en TECHO, con el firme propósito de compartir lo que había descubierto. A través de los talleres de macramé, encontró una excusa perfecta para enseñar a los demás y, a su vez, para generar un impacto positivo en su entorno.
A medida que los talleres cobraban fuerza, Donald vio cómo su pequeño emprendimiento se transformaba en algo mucho más grande: un motor de cambio que no solo impactaba a quienes participaban, sino que también lo motivaba a seguir creciendo y aprendiendo. Ahora, no solo lideraba espacios comunitarios, sino que se había convertido en un referente de acción y compromiso. Su pasión por enseñar y transformar a su comunidad se había convertido en el núcleo de un proyecto lleno de esperanza.
Si Donald no hubiera tenido la suerte de encontrar esos talleres que le dieron las herramientas necesarias, tal vez sus sueños de transformar su comunidad se habrían quedado en solo eso, sueños. Pero gracias a su valentía para tomar acción, y al aprovechar esa oportunidad que TECHO le brindó, logró adquirir conocimientos que no solo enriquecieron su vida, sino que también le dieron el poder de transformar su entorno. Donald no solo encontró una forma de ganarse la vida, sino que pudo convertir su pasión en un motor para cambiar la vida de quienes lo rodean, demostrando que, cuando se tiene la voluntad y las herramientas adecuadas, los sueños realmente pueden convertirse en realidad.