Luis, es un joven voluntario de República Dominicana que encontró en TECHO su lugar «seguro y feliz». Cuando inició, él era estudiante de bachillerato, y llevaba una vida bastante rutinaria, marcada por las clases y las tareas escolares. Él sentía que algo esencial le hacía falta: un propósito.
Luis nunca imaginó que su vida cambiaría de manera tan radical en 2016, el año en que su prima lo invitó a una jornada creativa de TECHO. Luego, sin estar inscrito oficialmente, Luis se sumó a la colecta de ese año. Ese momento fue decisivo. Rodeado de voluntarios comprometidos y testigo de la fuerza del trabajo colectivo, comprendió que todos podían aportar algo valioso sin importar su edad o experiencia. A partir de entonces, su participación en TECHO se volvió constante, asumiendo diversos roles y retos en la organización.
TECHO pronto se convirtió en mucho más que una actividad para Luis; fue su lugar seguro. Allí encontró un espacio donde podía ser él mismo, donde y donde su voluntad tenía un impacto real. Lo que más disfruta es ir a las comunidades, hablar con los vecinos y escuchar sus historias. Estos momentos no solo le dieron perspectiva sobre la realidad de miles de familias en la República Dominicana, sino que también le enseñaron a valorar las pequeñas acciones que generan grandes cambios.
Luis encontró fortaleza en la comunidad de voluntarios y en las familias a las que ayudaban. Cada sonrisa y cada experiencia compartida le han funcionado como recordatorio de que está en el lugar correcto. Con el tiempo, su compromiso y su crecimiento lo llevaron a representar a su país en eventos nacionales e internacionales, una oportunidad que jamás habría imaginado sin la plataforma que le brindó TECHO.
El impacto de TECHO en la vida de Luis fue profundo. El voluntariado no solo lo sacó de su zona de confort, sino que también definió sus elecciones de vida, entre ellas, la carrera que iba a estudiar. Luis creció como persona, desarrolló su liderazgo y se sintió valorado en un espacio donde cada voz cuenta.
Recientemente en una construcción, Luis cuenta que un vecino de un asentamiento estaba sorprendido por el hecho de que «los de TECHO eran voluntarios», y que él, con mucho gusto, le empezó a contar que como voluntarios «nuestra mayor recompensa era ver a una familia que ya no tendría que mojarse cuando cayera agua, que dejaría de tener un piso de tierra y que podría disfrutar de una vivienda digna». El vecino, asombrado, empezó a contar lo que le había comentado Luis a otros pobladores, y esto generó un ambiente especial, ya que motivó a que la comunidad se involucre aún más en los proyectos para trabajar en conjunto.
Según Luis, TECHO «nos pone a ver la realidad que existe más allá de los grandes edificios y las luces de la ciudad, que detrás de esos grandes edificios hay una comunidad que ha sido olvidada y que se le han vulnerados sus derechos.»
Hoy, cuando mira hacia atrás, Luis no tiene dudas: unirse a TECHO fue lo mejor que le pasó en la vida. Este camino no solo le permitió crecer, sino también inspirar a otros a unirse al cambio. TECHO le enseñó que, trabajando juntos, se pueden construir sueños, comunidades y futuros mejores.