Martin (“Marto” para los amigos), es un joven uruguayo, quién encontró en TECHO una manera de descubrirse a él mismo y a otras realidades. En su recorrido por la organización, Marto pudo probar distintos roles, y formar parte de la preparación de las construcciones, su parte favorita, cuando el cambio se hace realidad.
Su camino en TECHO comenzó en 2010, cuando, junto a sus compañeros de secundaria, se unió al voluntariado. Al principio, Marto admite que no entendía del todo de qué se trataba TECHO ni qué hacía la organización: “como que me gustaba ir con mis amigos, me gustaba la construcción un poco, y tenía interés de conocer qué hacía TECHO”. En aquel entonces, Marto estaba en su plena búsqueda vocacional, y como creía que le interesaban las ciencias, decidió empezar a estudiar bioquímica en la universidad.
A lo largo de los tres años que cursó esta carrera, siguió participando en construcciones puntuales, y cada una de esas experiencias dejó una marca profunda en él, lo que le llevó a replantearse su futuro profesional.
Esa semilla brotando en Marto lo motivó a pensar: “yo no quiero que mi trabajo, donde voy a pasar mucho tiempo de mi vida, sea en un laboratorio”.
Fue en ese momento de revelación que decidió cambiar de rumbo y estudiar arquitectura, comenzando desde cero. Al mismo tiempo, como voluntario en TECHO, Marto empezó a descubrir facetas de sí mismo: se dio cuenta de que le gustaba resolver problemas, gestionar, conversar y trabajar con las manos.
Su primer trabajo fue en una constructora, y, tiempo después, recibió una propuesta para ser coordinador de vivienda y hábitat en TECHO. Volver a un lugar que lo vio tomar su primer martillo era una oportunidad emocionante, aunque reconoce que subestimó los desafíos que podía encontrar.
“Me encontré con una realidad mucho más rica de la simplificación que había hecho”.
En TECHO, conoció equipos multidisciplinarios y se integró al trabajo diario junto a otros voluntarios en la oficina. Con el tiempo, Marto también descubrió su pasión por enseñar mientras capacitaba a líderes de cuadrilla.
Al cerrar su ciclo como colaborador en TECHO, Marto reflexiona que la organización le dejó la capacidad –o el don– de “reconocer las oportunidades que hay en todos lados”. Y es en el vínculo con los vecinos donde asegura haber encontrado más oportunidades, aprendiendo de cada persona que se cruzó en su camino.
La historia de Marto es un ejemplo de quienes han visto crecer a TECHO, y la organización los ha acompañado en su crecimiento también. Hoy la historia de Marto no termina acá, sigue en cada uno de las realidades transformadas, y cada encuentro improbable que sucedió y seguirá pasando nuevamente como voluntario en TECHO Uruguay.