Diego, voluntario de TECHO México, emprendió un viaje que impactaría su vida a través del programa Rumbos, una iniciativa que permite el intercambio de voluntariado entre países. La oportunidad surgió de un día para el otro, y aunque significaba posponer sus exámenes finales, no lo pensó dos veces. “Cuando les conté a mis profesores por qué me iba, me decían: ‘Diego, tienes que ir, no te preocupes’”, recuerda con una sonrisa.
Desde que comenzó en TECHO durante el bachillerato, Diego encontró un refugio en el voluntariado, pero esta experiencia prometía ser diferente. Viajar más de 8,000 kilómetros hasta Concordia, Entre Ríos, en Argentina, para construir 131 viviendas con baño, lo llenaba de emoción y nervios. “Me daba miedo que la cultura fuera tan distinta, acercarme a una comunidad tan lejos de casa era un reto”, confiesa.
En el avión conoció a los otros dos voluntarios mexicanos que lo acompañarían. Al llegar, Diego se sorprendió por la calidez del grupo de voluntarios argentinos y la conexión que logró con las dos familias con las que construyó. A pesar de las diferencias culturales, todos estaban unidos por un objetivo común: que 131 familias dejaran de vivir sobre piso de tierra.
“Desde el primer momento me sentí como en casa. Compartir mate y horas de plática con gente que no tengo nada en común, más que por ser techeros, fue increíble.”
“Nunca me había sentido tan bienvenido en un asentamiento”.La diversidad en las comidas, las tradiciones y las formas de hablar se convirtieron en un aprendizaje constante. Pero lo que más marcó a Diego fue descubrir “el poder del hacer” en conexión con voluntarios de toda Argentina y otros países.
El viaje con Rumbos no solo le permitió construir viviendas, sino también encontrar la unidad del voluntariado de TECHO en toda América Latina, reforzando su compromiso con una causa que trasciende fronteras.